Esta noche me emborracho…

Compuesto por Enrique Santos Discépolo en 1928, fue grabado de inmediato por Carlos Gardel con su guitarristas, Ricardo, Barbieri y Aguilar.

Esta noche me emborracho

Tuvo una acogida impresionante y los llevarían al disco otros cantores como Charlo, con guitarras, y numerosas orquestas. Fresedo con la voz de Famá, Lomuto en forma instrumental, D’Arienzo-Dante y luego con Echagüe, Juan Maglio Pacho también instrumental; Tanturi-Castillo, Francisco Canaro-Charlo y luego con Arenas, Cátulo Castillo-Roberto Maida, Biagi-Saavedra, Sassone-Mario Bustos, Hugo Del Carril con guitarras, Azucena Maizani con piano y guitarra, La Típica Victor instrumental, Estela Raval con los 5 latinos y hasta se realizó un montaje de Gardel con Alfredo De Angelis. Pero hay muchas más versiones…

El tema orilla el grotesco, especialmente en el reencuentro de los antiguos amantes y la obra del tiempo transcurrido en el cuerpo de la mujer anclada en el cabaret.

En la revista «La canción moderna», el poeta lunfardesco Dante Linyera analiza tres obras de Discépolo, lo bautiza como «el filósofo del tango», algo que luego sería remarcado por muchos analistas y lo explica así:

«Esta noche me emborracho es la tragedia del hombre que siente.
Qué vachaché, la del hombre que piensa y Chorra la del hombre que cree. El tango ya tiene su salvador y su filósofo.


Dante Linyera

Todos los tangos de Discépolo tienen una raíz, un sentimiento, cosas vividas, y el poeta-compositor, en el ciclo «Cómo nacieron mis canciones» que se emitía por radio Belgrano en 1947, cuenta la experiencia que tuvo y que le impulsó a escribir este exitoso tango:

-Me encontraba en Córdoba, en una estación de tuberculosis. Habíamos ido a acompañar a un amigo que al poco tiempo murió. El cuadro de este amigo que se sabía enfermo y que nada hacía por curarse, porque era inútil, comenzó a invadirme con su enorme, inapelable dolor.

En una casita de enfrente vivía un matrimonio. Los dos estaban tuberculosos y trataban de ocultarlo entre ellos mismos, de aturdirse, y todo era inútil. Se me empezó a aparecer entonces la idea del alcochol, del aturdimiento, del no pensar en los males que no tienen remedio. Pero con este tema no podía hacerse un tango. Era demasiado tétrico.

En Córdoba recogí pues la semilla. Luego la trasladé a la ciudad y la ciudad le dio forma. Forma completamente distinta pero con dolor ingualmente inapelable.

El tiempo que envejece es tan indesviable como la muerte que llega. La ruina de la mujer que ha sido joven y ha sido linda, es tan triste como el espectáculo de la salud que se va.
Y de todos modos, para todo lo que no haya remedio, yo sentí el grito de mi tango: aturdirme.

Fuente: http://tangosalbardo.blogspot.com – 17 de enero de 2019

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