Recordamos al polaco KRISAK … -nota de Andrea Calderón / Diarios los Andes 1915 – una entrevista publicada en 1979
Andrés “El Polaco” Krisak resumió con un tango de Eladia Blázquez su sentir de mayo sombrío:
“Yo quise ser un barrilete / cobrando altura en mi vivir / no sé si me falló la fe, la voluntad / o acaso fue que me faltó piolín…/”.
Para el periodista Carlos Polimeni, autor de aquella nota, el único problema era que Andrés vivía en Mendoza. “Si viviese en Buenos Aires seguramente nos llegaría el son de su bandoneón desde la proximidad lejana de los discos. Si viviese en Buenos Aires seguramente sería famoso y los mendocinos nos enorgulleceríamos de que un músico de su clase hubiese habitado este pedazo de tierra. Pero vive en Mendoza”, escribió.
Han pasado ya, 20 años de la muerte del hombre que conquistó el bandoneón. Dos décadas desde aquel 16 de abril de 1995, cuando “El Polaco” se llevó el humo del cigarrillo acumulado y el sonido que acompañó su historia: el del tango sentido, el del viento y los botones creando milagros desde sus rodillas.
Alabado hasta por el mismísimo Piazzolla, Andrés Krisak ha sido definido como un vanguardista del 2×4 con talento de orfebre. En el piso de su departamento de Ciudad primero y en su casa de Luzuriaga después, abrazó el bandoneón que le regaló su padre cuando era un niño y también el que compró con su dinero cuando emprendió junto al guitarrista Tito Francia una comunión a dúo que duró 30 años.
“Mi papá no leía las partituras, tocaba lo que sentía.
Como músico era un talentoso que amaba demasiado Mendoza y por eso se quedó acá. Todos dicen que si hubiera tenido la mentalidad de viajar, como Tito, hubiera trascendido a un nivel muchísimo más importante del que trascendió.
Mi viejo compartió su virtud musical con la gente, fue honrado y derecho”, recuerda Andrés, el mayor de los tres hijos que “El Polaco” tuvo con María Teresa Giménez, la jovencita que lo deslumbró luego de un concierto en el auditorio de Radio Nacional cuando él era bandoneonista de la orquesta porteña Tito Martín.
Nació en 1933 en San Francisco, Córdoba, hijo de Lucía, ama de casa, y Pablo, un inmigrante austríaco músico y empleado ferroviario, motivo por el cual se vio expuesto a traslados que saciaron su primer acercamiento con el bandoneón junto a grandes maestros de provincia, a los 8 o 9 años. Aquel imán sonoro lo acompañó desde entonces.
Antes de cumplir los 15 ingresó a la orquesta típica de Tito Martín. Fue Osvaldo Tarantino, pianista de esa formación, quien lo bautizó con el apodo de “Polaco” por su pinta.
Con su familia lejos, instalada en Pergamino, abandonó el secundario y viajó por Argentina en una época en la que las emisoras de radio eran focos de cultura y contaban con un salón-auditorio al que asistía un limitado público a presenciar números artísticos. “En sucesivas giras recorrimos casi todo el país y cuando llegué a Mendoza conocí a una chica muy bonita y simpática y me enamoré de ella. Nos comprometimos en marzo de 1953 y en octubre de ese mismo año nos casamos”, compartió en numerosas entrevistas. Se conocieron en 1952. “Él estaba apurado por casarse”, recuerda su viuda, compañera incansable durante más de 45 años, madre de Andresito, Sergio y Patricia. “Andrés tenía un carácter fuerte y siempre iba de frente (llora). Fue el amor de mi vida. Así como nos ves en esa foto, de la mano, así anduvimos siempre”.
Por amor, “El Polaco” renunció al éxito que gozaba en Buenos Aires y se radicó en Mendoza. Aquí integró las orquestas de los Hermanos Giunta, Juancito Olmedo y Rubén Ortega. En 1959 creó el cuarteto Lo Que Vendrá” junto a Cacho Morales (piano), “Negro” Domínguez (guitarra) y Héctor Villarreal (contrabajo).
Desde ese entonces y hasta 1961 fue parte de la orquesta estable de la emisora LV 10 Radio de Cuyo, año en que los músicos fueron despedidos. “Le prometían una cosa y después no le pagaban”, recuerda su mujer. Así fue como durante 25 años, Andrés “El Polaco” Krisak dejó el bandoneón de lado y sobrevivió como vendedor de golosinas, fletero e inspector de la Municipalidad de la Ciudad. “Yo dejé de tocar veinticinco años, resentido porque no podía vivir de y para la música. Por la música yo condené a mi señora, María Teresa Giménez y mis tres hijos, a pasar necesidades”, expresó ante un diario de Rosario.
Con sólo 31 años, Andrés sólo reapareció en escena cuando fue convocado junto a Tito Francia. Se conocieron en el ascensor de LV 10; Tito hizo con su guitarra cuatro acordes que él respondió de inmediato con el bandoneón. Aquella introducción del tango “Bandó”, compuesto por Astor Piazzolla, selló una amistad inquebrantable. “Lo malo es que la actuación del dúo fue siempre muy espaciada, debido a la falta de fuentes de trabajo para los músicos y además porque en algunos casos pretendían pagarnos muy poco, a pesar de la crítica favorable y los elogios a nuestras actuaciones”, contó “El Polaco”, el rubio de ojos celestes.